Personajes ilustres

CRÓNICAS DEL BARRIO: Rojas Silveyra, un vecino con historia

Por Bartolomé Abella Nazar

Rojas Silveyra: El padre de nuestros amigos del fútbol, vecino de Beccar y quien le devolvió el cadáver de Eva al General Perón. Se fue de esta vida con misterios no develados.

Los hechos relatados pertenecen a la década del 70.  Béccar  era una tranquila localidad con grandes quintas de fin de semana  y algunos pobladores que eligieron el lugar como vivienda permanente. Vivían personalidades importantes. Frente a la Estación Beccar  en la esquina de Ayacucho y Rivadavia habitaban los Oesterheldl a mitad de esa cuadra los Fernández Long y en la esquina opuesta de Bolívar los Rojas Silveyra.Teníamos 20 años y nunca imaginamos el protagonismo que alcanzarían en la historia los padres de nuestros amigos y como quedarían emparentadas esas familias.  Los Oesterheld eran una familia compuesta por su padre Héctor su esposa Elsa y sus cuatro hijas una más divina que la otra, Estela, Diana, Beatriz y Marina. Carlos Trillo dijo “Fue el más grande escritor de historietas de la historia argentina y uno de los mejores del mundo, gran escritor y muy humanista.. El final de esta familia fue trágico. H.G.O. sus cuatro hijas y sus dos yernos fueron desaparecidos durante la dictadura militar.

Hilario Fernández Long fue uno de los ingenieros más destacados que tuvo el país, prominente investigador y humanista, fue rector  de la UBA. Ingeniero civil que unió a la docencia una vida profesional de primer nivel. Intervino en la construcción del Banco de Londres, de la Biblioteca nacional, del edificio de IBM y los puentes Chaco-Corrientes y  Zárate-Brazo Largo entre otros.

Fue a su vez quien introdujo el juego del go en el país.

Tenían cinco hijos y de  Marcelo éramos el más amigo y con quien jugábamos al fútbol en nuestra canchita de Beccar.

Los Rojas Silveyra eran una familia singular, divertidos, alegres, familieros. Su padre Jorge alto, panzón con voz potente disimulaba a la perfección su profesión de militar, nos costaba entender con su envergadura física como podía conducir un caza de combate. Zulema su esposa menuda y a la que le estallaba la cara con su sonrisa en cada encuentro tuvo una gran devoción por su esposo y sus siete hijos. La visita a su casa estaba rodeados de alegría y felicidad

Una foto familiar
Una foto familiar

Cuenta su hijo Juan Ramón,”Pepo” para los amigos devenido artista plástico y Secretario de Asociación Argentina de Artistas Plásticos (SAAP) facetas desconocidas de su padre al que apodaban “el Perro”. No está claro el origen del apodo; algunos amigos afirmaban que era debido a su carácter muy protector de su tropa y otros porque siempre andaba ladrando cuando daba órdenes.

Mi viejo nos desalentaba a seguir la carrera militar por lo sacrificada que era, su sueño era ser arquitecto pero tenía una gran  pasión por volar y no contaban en la familia con los medios económicos para hacerlo y por eso se enrolo en el Ejército en la división Aviación. Papá era medio bohemio, nunca fue muy severo con nosotros, nos perdonó varias travesuras, como cuando en Madrid  mi hermano Patricio chocó con el auto de la embajada y salimos en la tapa del ABC!! Llamó el mismísimo Francisco Franco y le dijo no se preocupe embajador que esto lo arreglo yo! Era reservado muy buen cocinero amigo del Gato Dumas y juntaba a sus compañeros de armas y amigos en el Circulo de las FFAA.Cocinaba para 30/40 personas. Fue Ministro de Defensa y secretario de Aeronáutica durante los gobiernos de Frondizi y  Guido. Participó del levantamiento del 1951 y estuvo preso en la cárcel de Martín Garcia.

Con Patricio y Pepo Rojas Silveyra y Marcelo y Quique Manrique, los Luparia, Willie González Venzano, los Vivot  -había equipo- eran 14 hermanos, Juan Ojea, Patricio Bourse, Martin Etchart y tantos otros jugábamos al fútbol en la canchita que habíamos construido en la esquina de Acassuso y Ayacucho en todos los momentos libres que teníamos y que eran muchos… (Será motivo de una próxima Crónicas del Barrio)

Sorpresa estupor y perplejidad nos causó la noticia que los Rojas dejaban de jugar porque a su padre lo habían designado embajador argentino en Madrid. Quien se atrevía a quitarnos a dos de los más comprometidos jugadores? Era tal nuestra ingenuidad e inocencia para poner en un pie de igualdad la perdida transitoria de dos amigos con la tremenda responsabilidad que le habían encomendado al Brigadier.  Y fue el presidente Alejandro A. Lanusse que lo convenció de asumir la embajada.  Cuenta la historia que reunidos ambos, Jorge se resistió porque nunca había sido embajador hasta que el presidente le dijo que era una cuestión política para hablar con Perón. Rojas Silveyra responde “¡Con ese h de p.! ¡No Cano déjame de joder!». Ahí apareció el Brigadier Carlos Rey que era mi comandante en jefe y me confesó que habían pedido que buscara un gorila al que Perón no pudiera engrupir. “Y usted es el más gorila que tengo en la fuerza” No tuve más remedio que aceptar. La historia contó cómo fue la entrega del cadáver de Evita a  Perón. Luego de 36 encuentros Entre “el Pocho” y el “Perro” rebajaron su animosidad de enemigos a adversarios políticos. Relató el embajador: “Perón era muy inteligente y con una elevada cuota de viveza, que lo hacía superior. Tenía un acabado conocimiento de la política argentina, sus males y sus remedios y estaba convencido de que podía solucionar la grave crisis argentina y me confesó: estoy convencido que esto me costará la vida”.

El embajador con Gregorio López Bravo, ministro de relaciones exteriores de Franco
El embajador con Gregorio López Bravo, ministro de relaciones exteriores de Franco

Estas tres notables familias estaban emparentadas: Jorge Luis Rojas Silveyra, hijo del Brigadier  se casó con Helena Fernández Long hija del prominente ingeniero y Beatriz Oesterheld, hija del creador del «El Eternauta» lo hizo con Miguel Fernández Long, hijo de Hilario. Todas estas personalidades pasaban inadvertidas por nuestro barrio y sin embargo constituían con su obrar buena parte de la historia que interesó a buena parte de los argentinos siendo Beccar un lugar donde lo inesperado y desconocido se vivía con total naturalidad entre sus vecinos.

El 6 de septiembre de 1957 en un accidente aéreo ocurrido en Mar del Plata falleció nuestro hermano Eduardo. Había sido enviado por el diario La Nación a cubrir unos ejercicios aéreos en su carácter de cronista de fuerzas armadas. El parte de la Fuerza Aérea informaba que el bombardero al acercarse a aterrizar en formación, rozó sus alas con las del compañero de formación perdió el plano dando una vuelta de campana y se había precipitado a tierra. En ese punto estallaron los tanques de combustible entre las miserias del Calquín destruido y hallaron la muerte el piloto Helvo F. Zochi y el observador periodístico Eduardo Abella Nazar.  Fue el primer periodista aeronáutico caído en cumplimiento de su deber. La Sala de Periodistas del edificio del comando en jefe de la Fuerza Aérea lleva su nombre.

Nunca tuvimos la certeza cuál fue el impulso que lo llevó a Eduardo a abordar el Calquín trágico. ¿Habrá sido su vocación de informar desde el lugar más cercano las maniobras? ¿O el espíritu aventurero a sus 23 años? ¿O que su condición de guardiamarina de la reserva naval lo habilitaba para volar el caza bombardero? ¡Son todas más dudas que certezas! Cierto es que el jefe del operativo Vulcano primero estaba a cargo del entonces Comodoro Jorge Rojas Silveyra nuestro vecino de Beccar. Nunca me animé a preguntar que grado de participación tuvo en la decisión para que Eduardo aborde el fatídico Calquín que lo llevó a la muerte. ¿Habrá sido el destino como dijo Miguel de Cervantes Lo que el cielo tiene ordenado que suceda no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir»?


Una anécdota:

Roberto  Villamil, en una nota en la Revista Defensa y Seguridad, relata una anécdota muy simpática de Rojas Silveyra. Él y su familia eran amigos del presidente Agustín P. Justo. En 1937 Justo era Presidente de la Nación y Rojas Silveyra subteniente de la Escuela Militar (revistaba en la Base Aérea de Córdoba). El presidente visitaba la ciudad por unas obras. Como medida protocolar un avión de la escuadrilla debía sobrevolar al vehículo oficial a modo de escolta hasta el lugar de la ceremonia. “Me habían designado para la misión y volaba un viejo modelo biplano de la primera guerra, cuya velocidad máxima no pasaba los 90 km por hora. Justo en su automóvil iba mucho más rápido y lo fui perdiendo de vista y llegue al lugar casi al finalizar la ceremonia«. Nadie entendió que quiso hacer ese avión al volar sobre el palco en vuelo casi rasante. Un verdadero fracaso. En la formación de honor se me acerca el presidente, me reconoce y me pregunta: «¿Cómo estás Perro?» (dado que conocía mi sobrenombre por la amistad que nos unía). Dudé cómo responderle por su investidura y me bloquee un poco y finalmente conteste: «Bien Agustín ¿y vos?«. El director de la escuela que estaba a pocos pasos se puso verde y me susurro al oído: “después me ve”. Toda una amenaza de tormenta por cierto. Al retirarse Justo del acto se me acerca y me dice: “pedí permiso y venite al hotel a comer conmigo” en ese momento mi inquietud aumentó.

Más tarde el director me increpa mal y a los gritos me informa que tenía dispuesta la baja del servicio por mi actitud y falta de respeto al presidente. Cuando le informe que Agustín P. Justo me había invitado a comer, suspendió mi baja pero no los 15 días de arresto.

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