El reciente viaje a Europa junto a Enrique Piñeyro, del cual damos cuenta en una nota especial de este suplemento, nos interpela. ¿Podremos darnos cuenta como sociedad que no alcanza con lo básico, con lo normal? Obviamente vivir en cualquier lugar de Argentina es una situación de roller coaster en la cual cada familia debe ver, según su escala, si va comer todos los días, si se va a bañar con agua caliente todos los días o si va a pagar la cuota del colegio y el club, siempre según la suerte, pero encima mirando para todos lados esperando no tener que sufrir algún hecho de inseguridad.
Es un problema vivir aquí, pero mucho peor es no empatizar, no ver que se puede hacer algo más: ayudar, donar, construir, o simplemente sentir: no existe la felicidad concreta si no importa lo que le pasa al de al lado nuestro. Empatizar, algo que debería ser fundamental para los dirigentes políticos que terminan enfrascados en la pelea chiquita, celosa e inútil, debería ser un ejercicio diario en todos los niveles. Terminar con la práctica de la acumulación y pensar el lujo como un vehículo de ayuda hacia el otro, en cualquier orden, es una magnífica lección que me dejó el viaje con esas familias ucranianas destrozadas y expulsadas de su país por un delirante imperialista. Lo más positivo: Argentina está llena de recursos naturales, pero también humanos. Hay que utilizar ese don en función de ser un país mejor.
Eduardo Abella Nazar
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