La estrepitosa derrota Argentina ante Arabia el martes puso todo patas para arriba: mañana ante México el equipo de Scaloni deberá poner fútbol y temple para revertir un comienzo lamentable.
Estamos haciendo la cobertura para la pantalla de Canal 26 y el día a día nos lleva de la mano de la vorágine mundialista: estadios flamantes que vamos descubriendo todos los días, un país con una cultura milenaria muy diferente, donde los locales (los autóctonos) se distinguen por llevar la túnica blanca, los hombres, y negra, muchas con el rostro tapado, las mujeres, y el resto de sus habitantes, provenientes de la India, Nepal, Indonesia, Somalia o Sri Lanka, por ejemplo, trabajan y visten ropa más normal a nuestros ojos. Los inmigrantes son el músculo laboral. Entre una infraestructura monumental, con tres líneas nuevas e híper modernas de subterráneo, que conectan de forma gratuita a simpatizantes y periodistas con los ocho estadios, y la impresionante cantidad de edificios y estructuras hechas a nuevo en West Bay, Lusail y Old Town: todo en franco crecimiento de la mano del gas que brota del Golfo Pérsico.
Mientras se define el 11 de la Argentina, que juega sus chances mundialistas antes de tiempo, pienso en el recurso natural de esta gente, que trae habitantes de todo el mundo a poblar este desierto inhóspito, levanta ciudades en plena arena (allí donde el agua es extraída del mar, mediante él costoso proceso de desalinización), y con riego por goteo van forestando la nada misma. En la Argentina de las tierras fértiles, del agua dulce, las pampas y la cordillera, la selva misionera, el mar, la que todo lo tiene -incluido el gas y el petróleo-, seguimos pensando cómo salir de la crisis económica número 1000… en estas latitudes lejanas, en pleno Mundial, sigo buscando esa explicación; ¿podremos aprovechar nuestro potencial? La clase dirigente tiene otra oportunidad cada 24 horas. Ojalá cambiemos el chip, igual que el equipo que mañana se juega la vida ante México.
Eduardo Abella Nazar
