No es tan habitual recibir un pampero de estas características en pleno diciembre -los que navegamos sabemos que en verano son potentes pero de corta duración, a veces de minutos nada más-; en realidad, no recordamos tamaña manifestación de la naturaleza con ráfagas de hasta 130 km en plena madrugada bonaerense… y menos mal que fue a las 3 de la mañana, porque de haber sucedido en otro horario, seguramente la cantidad de víctimas hubiera sido infinitamente mayor: la tragedia de Bahía Blanca, por ejemplo, fue a la noche, no a la madrugada.
El problema, con unos 10.000 árboles caídos en el AMBA, es que el barómetro estaba en llamas: la presión era bajísima el sábado, la humedad del 100%, la temperatura en 33 grados, pero los intendentes y las personas encargadas de tomar nota cayeron en la trampa de la subestimación de los alertas. Cuando la tormenta arreciaba en el oeste de la provincia, varias horas antes de llegar al Río de la Plata, debieron poner en marcha el plan de contingencia. Pero se activaron después del desastre.
Que la Argentina es el país de la improvisación no es novedad: el gobernador Kicillof, más pendiente de emitir cuasi monedas, llegó tarde. Cada municipio recibió su cuota del desastre, es cierto. Pero en San Isidro la situación fue peor que en Pilar, Escobar o Tigre. Las calles, 5 días después el 17-12 seguían en situación de tierra arrasada. Autos aplastados, árboles estirados de punta a punta de las calles, postes caídos y cables cortados. Miles de usuarios de Edenor sin servicio de energía eléctrica. Edenor, una de las empresas más subsidiadas, siempre llega tarde.
El flamante intendente de San Isidro, Ramón Lanús, lidia ahora con las pocas cuadrillas que, o son poco profesionales, o son insuficientes, Los vecinos salieron a las calles con sus hachas, tijera de podar y motosierras. A Lanús le llegó el momento de gestionar, y el teorema de Baglini se manifestó en su máxima expresión: desde afuera todo es más fácil. En Tigre, además de la tormenta, tuvieron que soportar el lunes 18 una sudestada infernal, que se combinó con en el agua que drenaba por los ríos y arroyos de llanura que desembocan en el Delta del Paraná: el resultado fue una crecida de 3,50 por encima del cero en la tabla de mareas y fuertes inundaciones en Dique Luján, Rincón de Milberg y Tigre, fundamentalmente. San Isidro, en el bajo, evitó estos fenómenos gracias al polder construido hace algunos años por la gestión saliente (N. De la R: así como no se podó mejor el arbolado, en parte por presión de paisajistas, y en parte por omisión, ese albardón evita que miles de casas se inunden en todo el bajo). Pilar también sufrió las tormentas: muchos barrios seguían sin energía eléctrica al cierre de esta edición.
Queda un buen balance para realizar luego de, tal vez, la pero tormenta de verano en la historia moderna del AMBA: el cableado en los países desarrollados es subterráneo. Internet y telefonía, coaxiales varios y electricidad viajan por ductos en las calles o veredas. Es una obra costosa, pero es una vez. Ninguna rama volvería a cortar jamás la luz o el servicio de internet o tv de ningún vecino, y lo que es aún mejor; la horrenda contaminación visual desaparecería de los barrios verdes del cordón norte… ¿Se le habrá ocurrido esto a algún alcalde después de ver el caos al que sometió la naturaleza a cada una de sus ciudades? Que bueno sería empezar ya mismo el cableado subterráneo. Los barrios cerrados son un buen ejemplo de lo que significa no tener postes y cables.
La tormenta puso de manifiesto que nadie tiene demasiada organizada su tropa, con municipios que sobresalen mejor en la emergencias que otros. En esta oportunidad, claramente hubo un rezagado y ese fue San Isidro. Deberán aprender de la experiencia para funcionar mejor y presionar también a Edenor, una de las peores empresas de la Argentina.