El fuego amigo se transformó en el peor de los calvarios para el gobierno que conduce un deteriorado Alberto Fernández, que tras dos años y medio de gestión ve como su mentora, la vicepresidenta Cristina Fernández, ahora envalentonada y con una visible enjundia y vigorosa capacidad docente, marca la hoja de ruta de lo que deben hacer en Balcarce 50.
Las famosas tres patas de la mesa que dieron sustento y músculo electoral al Frente de Todos, es decir el kirchnerismo, el massismo y el el albertismo -minúsculo pero decisivo-, están ahora más distantes que nunca: el Frente Renovador le va a exigir a Sergio Massa una definición acerca de su función en la coalición de gobierno -más allá de su conducción en la Cámara de Diputados-; los dirigentes de su espacio no toleran el perfil que su líder adoptó y creen que debe hacer valer su idea de gobierno o tomar distancia. Cristina directamente avasalla y da clases de economía. En definitiva, dos tercios del FDT quieren a Guzmán fuera del ministerio.
Con este panorama desolador, y en medio de una interna feroz, el presidente intenta llegar a la orilla. Para cumplir el objetivo de bracear hasta agosto 2023, Alberto desempolvó a un conciliador y todo terreno Daniel Scioli. Nadie discute algo respecto del motonauta y ex gobernador, diputado y embajador: «Todos saben que no tenemos afinidad con él, pero hay que reconocer que vino a pacificar y buscar consensos desde su cargo en Producción«, dicen cerca de Massa. Los intendentes miran a los gobernadores, y éstos observan hacia la Rosada.
Los movimientos sociales y piqueteros se transformaron en el verdadero calvario de este gobierno peronista. Ya no alcanza con el llamativo muteo de los sindicatos, curiosamente silenciados. Juntos se divide para golpear a un gobierno que se pega solo todos los días, pero no termina de explicar cómo va a solucionar el problema de la inflación, el dólar, la pobreza y el desempleo si le toca volver al poder central el año que viene. Mientras todos se miden para lo que viene, el país es un limbo con futuro incierto. Nada nuevo.
Eduardo Abella Nazar