Personajes ilustres
Buby Kern: su paso por la vida dejó una “estela” que perdurará en el tiempo
Con su partida la motonáutica argentina pierde a un dirigente y a un piloto excepcional que con su glamour, elegancia, alegría y picardía conquistó a quienes lo conocieron. Corrió en distintas categorías de catamaranes y fondos en “V”. Brilló en la década del ‘80 al ‘90
Miguel de Cervantes dijo “Lo que el cielo tiene ordenado que suceda no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir”. Y a veces esas casualidades son tan singulares que no podemos evitar dotarlas de ese halo de magia inexplicable, porque a las personas, por más racionales que seamos, siempre nos ha gustado esa pincelada singular para entender lo extraño e inexplicable… y cómo poder entender que a horas del festejo mundial del “día del amigo” nos dejó Roberto Kern Dornfeld, el querido “Buby” el más amigo de todos. No solo nos dejó una profunda tristeza, sino que el maldito COVID 19 con su mueca macabra impidió que los muchos que lo quisieron pudieran despedirlo y testimoniarle el homenaje que supo conseguir en su paso por la vida, privilegio solo reservado a sus íntimos.
Fue un excelente piloto motonáutico que brilló desde los años 80 a los 90. En 1976 comenzó a correr en una lancha Gacelux en la clase turismo y en el Mundial de 1978, junto a Jorge Paglietini, consiguieron el segundo puesto en Mar del Plata con una Poseidón 28, con dos motores Mercury standard. Con la compañía de su hermano Jorge participó en varias ediciones de los Mil kilómetros del Delta Argentino, Navegar por ríos, esteros, lagunas o mar abierto fueron para Buby su particular estilo de vida. Alternó la conducción de sus lanchas de carrera con Dicky Gonella, Pancho Ibañez, su hermana Marita, Ramiro Fita, su hija Paula, Tim Bruzzone, Nestor Sarthou y Daniel Canestrari entre otros. Con Edgardo Srodek compartieron el cockpit de un Cougar con dos motores Mercury 2,5 con disímiles resultados pero una premisa fundamental; divertirse y pasarla bien. Con Gerardo Lorenzino establecieron un récord a Punta del Este con la John Cook.
Con Federico Vieytes y Javito Lantarón tuvimos nuestro bautismo de fuego en el offshore en un campeonato del mundo en Mar del Plata en 1992. Nuestra lancha una Poseidón 28 un robusto casco en V con 2 motores Evenrude, lenta frente a los catamaranes a los que les dábamos batalla con mar encrespado. Buby vivía en la feliz y no encontramos mejor profesor que nos diera nuestra primera lección de manejo en el mar con una lancha que conocía a la perfección. Nuestra participación en un mundial se basaba más en nuestro entusiasmo e ímpetu juvenil que en nuestros conocimientos y recursos económicos. En la Poseidón se corría con tres tripulantes, el de derecha manejaba los aceleradores, el del centro el timón y el de la izquierda los flaps, trims y control de los instrumentos. El día de nuestro bautismo de fuego se nos ocurrió que Buby era el indicado para acelerar, yo llevaba el timón, Federico se acomodó a mi izquierda y Javito detrás. Salimos a fondo –estilo Buby- por el puerto, acomodamos los trims y flaps, las agujas de los tacómetros se acercaban peligrosamente al rojo y enfilamos hacia mar abierto. En mi interior pensaba “ahora corta” desacelera, errada conclusión, nunca lo hizo. Al acercarnos a la entrada del puerto con la marea lo hacía con una tremenda ola que se nos venía de frente. Parecía la película “La tormenta perfecta”. Ninguno emitió murmullo, sílaba o palabra. El menor gesto denostaba debilidad sujeta a chanzas y burlas futuras. Antes del impacto sujeté fuertemente el volante, lo apreté con todas mis fuerzas, cerré mis ojos y me encomendé a Dios.
La Pira voló, trepó la ola y apuntó al cielo en un vuelo interminable y alcancé a ver por el rabillo del ojo a un par de pescadores instalados en la punta de la escollera norte que retrocedieron rápidamente por el temor a un impacto. Aterrizamos en el valle de la ola y seguimos a fondo. El ruido de las hélices cuando salían del agua, el vuelo entre las olas, los golpes que pegamos en su caída, los crujidos y vibraciones nos tenían atentos aumentando el suspenso de cuando llegaría el momento final… en que todo explotaría y chau mundial! “Debut y despedida”, pensé. En ese momento Buby se apiadó de nosotros. Desaceleró los motores, levantó la visera de su casco y con su cara iluminada por su inigualable sonrisa nos dijo jocosamente “miren, así no es… si seguíamos a esa velocidad no hubieran dado ni una vuelta al circuito”. Nos miramos incrédulos y aprendimos la lección. Apareció el Buby auténtico, jodón, mordaz de un humor infinito y un piloto de excepción.
Gracias a sus enseñanzas, la locura de “heavy hands” Fede Vieytes y la preparación del bote y los motores de Javito “Meisson” Lantarón terminamos luego de las tres carreras en la quinta posición. Fuimos como decía Fede “los quintos del mundo”.
Edgardo Srodek recuerda “Buby era una mezcla de tipo bonachón, simpático, amable, diplomático y seductor en el trato (sobre todo cuando de conseguir sponsor se trataba) a un piloto muy competitivo con un talento e intuición natural. Compartir el cockpit en varias competencias aquí y en Europa fue una experiencia muy linda. Sabía andar al límite porque lo conocía. Era todo aventura, adrenalina, pasión, gozar la vida, disfrutar la amistad”.
Jorge Coll relata “Solíamos jugar golf todas las semanas en distintas canchas y tenía una manía: si con un palo le pegaba mal a la pelota lo ponía en “penitencia” y lo guardaba en la bolsa, después de un tiempo, según él, lo perdonaba y volvía a probarlo, si le volvía a pegar mal lo partía en el primer árbol que encontraba y si había una laguna o revoleaba por el aire”.
Devoto de la Virgen María a la que veneraba e invitaba al rezo del Rosario. Amado padre esposo y abuelo casado con Alicia, deja a sus adoradas hijas Paula, Cynthia e Ingrid y a sus ocho nietos que amo con pasión.
Por Bartolomé Abella Nazar
bartolomeabella@gmail.com