La Copa América vino para la Argentina por segunda vez consecutiva y con ella, volvimos a poner los pies en nuestra bendita tierra tras 28 días de odisea futbolera y norteamericana: siempre sirve salir, más no sea a la primera potencia mundial, para ver y tomar ejemplos, de los buenos y también de los malos.
Si bien habitualmente viajamos gracias a nuestro fabuloso trabajo por distintos lugares del globo, lo que incluye recorrer la Argentina de punta a punta con mucha continuidad, el hecho de presenciar el verano norteamericano nos dejó enseñanzas.
Perdón la insistencia pero hay dos elementos clave, que no son los únicos: seguridad en la calle, en líneas generales. Y mucha obra pública. Me cuesta digerir que el segundo ítem no se vea hoy por en cualquier ciudad de Argentina, pues la obra pública de calidad implica eso, es decir, mejor calidad de vida de modo directo.
Mejor servicio de agua potable y de cloacas, mejores caminos, rutas y autopistas. Es cierto que se ha utilizado para el delito, pero eso no significa detenerla. Debe volver y con bríos. Impulsa el trabajo de forma directa, reactiva la economía y fundamentalmente mejora la vida de la gente. Una buena autopista son menos accidentes.
Saliendo de este reclamo crónico, podemos observar la diferencia abismal entre los alcaldes de nuestra Región.
Mientras algunos escamotean el pago de salarios más o menos dignos para los empleados que tienen que salir a la calle a las 5 de la mañana, como los nobles y maltratados barrenderos de San Isidro, que penan con la avaricia de su intendente Ramón Lanús -todavía no encuentra los botones de una gestión que cruje aunque aumenta el abl por encima de la inflación-, pero que sí decidió abonarnse para sí mismo un abundante sueldo de varios millones de pesos (algo que también hace con sus secretarios), otros intentan avanzar con reformas estructurales de calidad, como el caso de Zamora en Tigre, que encara con fondos propios el nuevo hospital de alta complejidad.
El futuro demostrará si ese anhelo tigrense se concreta, pero el alcalde lo intenta en plena crisis económica y es noble reconocer esa gesta parcial. Diferencia notable con Lanús, que parece sumido en el desconcierto.
Vicente López transita ahora por el camino de la auto superación: Soledad Martínez cortó el cordón umbilical con Jorge Macri, y ahora la competencia es por ver quién ordena más rápido de uno y otro lado de la General Paz gestiones que venían con la vara alta, y que deberán saltar en base a más seguridad urbana y mejoras estéticas sobre lo construido. San Fernando debe encarar con Andreotti una posible sucesión y también tiene la vara alta.
En todos los casos miran con recelo a Kicillof, que sigue sumando fracasos, esta vez con la derrota más dolorosa por su habitual ineptitud, esta vez a manos de Río Negro y la planta de licuefacción de gas: una obra de más de 30.000 millones de dólares, el doble del juicio que YPF perdió por su propia impericia. Un winner total.
Eduardo Abella Nazar