Los bonos suben, la mirada internacional se asombra con el cambio que se está gestando, los velos se van corriendo cada vez más rápido pero los argentinos siguen aguantando. Preparados para la adversidad, entrenados para luchar contra monstruosas circunstancias, siempre listos para pelear con un “tramontina” las grandes batallas, los ciudadanos de este país somos dignos de entrar en el Guinness de los expertos en aplicar el ingenio para sobrevivir. En la Casa Rosada siguen enfocados en la película mayor y apuestan a que el efecto derrame de toda una serie de medidas que se están tomando lleguen hasta abajo para rescatar a los más postergados. Lo cierto es que los que comían pochoclos en el verano pronosticando la debacle -más temprano que tarde- ahora deben estar revisando chats para no quedar pegados con los dedos en el enchufe.
Lejos de alzar alguna bandera, la gente apostó por este cambio con la fe de que se concrete lo que espera desde toda la vida: un cambio real para poder vivir mejor. Con la calle sin piquetes, una inflación que va a la baja (aunque persiste) y algunos indicadores tibiamente positivos nadie llora de alegría pero, por lo menos, muchos miran la jugada esperando que termine en gol. O, en todo caso, que no nos hagan otro en contra. Con eso ya es un montón.
Las batallas se miden de acuerdo al tamaño de los rivales. Es por eso que el gran trazado que se propone esta administración nacional es terminar con los privilegios para la casta, los impuestos ridículos, un estado elefantiásico y la dilapidación de los recursos (un canto de sirenas para cualquiera que escuche) cuenta con el apoyo mayoritario del país. Si se llegan a concretar estos hitos estaremos de frente a una revolución libertaria. Será una refundación de la nación. Pero, sí en lugar de consignas concretas o un plan para poner en práctica se traducen en frases de sobres de azúcar estaremos de frente a una nueva estafa social. Y será muy difícil de digerir para un pueblo que sobrepasó todos los límites de tolerancia hacia la clase dirigente.
La oportunidad está en juego, los actores tienen la palabra y en sus manos quedan las acciones. Será momento de que toda esa confianza y legado logre el resguardo adecuado.
Román Iglesias Brickles