Complicada la humanidad producto de la reciente pandemia que aún no termina pero parece empezar ser vencida a fuerza de vacunas y vuelta a una vida más normal, la sociedad argentina en general está harta; no le cree a los políticos, se desilusiona más allá de un fanatismo que nubla a cerca del 40% del electorado –volcados en partes iguales entre profetas K y extremistas M-, con un nivel de termo sellado pensamiento que por momentos es alarmante: no importa nada, hay que votar a tal o cual para hacerle mal a éste otro que viene a defender eso que detesto.
Pero hay un 60% de la gente que en general razona un poco más, o en realidad sale de ese fanatismo y vota con cierto grado de libertad, aún con cierta preferencia de cuna. La crisis económica se volvió muy larga en general porque el país no crece desde 2012 para acá, o crece poquito y nada. Mucho plan, poca imaginación para generar empleo y crecimiento. Todo es corto plazo. Macri quiso adoctrinar rápido y se lo comió la economía, claro. No hay mediano plazo. No existen recetas mágicas.
Hace 20 años fue 2001 y los de mi generación ya tenemos por lo menos 2 grandes crisis sobre los hombros. Si los +40 estamos hartos, ¿qué le queda a los de 60, 70 y 80? Pasaron unas siete u ocho crisis económicas, y también un baño de sangre en los años setenta. Los de 20 y 30 son más pragmáticos: muchos se van, o quieren irse. Los que nos quedamos, que claramente somos mayoría por default, tenemos que transformar el hartazgo en combustible. La salida de esta crisis de 8 o 9 años de duración será tal vez más dolorosa que las anteriores porque la realidad golpea a la puerta. Por más que pateemos la pelota al fondo, alguien la va a volver a meter en la cancha. Tendremos que seguir jugando el partido. Dios nos ilumine una vez más.
Eduardo Abella Nazar