Los espacios verdes en nuestra ciudad son reconocidos y cuidados por sus habitantes desde que se fundo nuestro partido, brindando frescura a sus calles y sombra en los calurosos días del verano. Tan ha sido así que entre los que mas se reconocen en la historia sanisidrense, se encuentran entre otros, «el espinillo de la leyenda» que sirviera para que don Domingo de Acassuso, en su travesía al Puerto de las Conchas, recuperara fuerzas para que según la leyenda, luego de un largo sueño, se le apareciera San Isidro Labrador, quien diera nombre a nuestra ciudad . También y hasta nuestros días se puede observar en toda su dimensión, el algarrobo de la chacra de Pueyrredón, árbol que bajo su copa, el General San Martín y el dueño de casa, programaran el inicio de la campaña libertadora por toda América.
No menos importante resulta rescatar en el recuerdo, el pino de la quinta del Sr. Eduardo Costa en la localidad de Martínez, donde bajo su enramada, allá por 1891, dos ilustres presidentes de la Nación, refiriéndonos a Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca, tras el alejamiento de Juárez Celman del gobierno nacional, sellaron un acuerdo político que le dio nombre al pino, quedando para siempre reconocido bajo el nombre «El árbol del acuerdo».
Otros especies arbóreas han sido históricamente rescatadas del recuerdo local, como lo fue al que Victoria Ocampo describió con tanta lucidez, siendo que aquel se encontraba en el predio de su vecino y ella lo describiera con tan bella pluma.
Ni hablar de las tipas y los naranjeros que aun subsisten en nuestras calles, que le dan un signo de pertenencia y utilidad a quienes todavía levantan sus frutos para excelentes mermeladas a la hora del te. En un excelente libro de relatos familiares, Leyla Meirelles, también cuenta la historia del árbol centenario que tenia su casa en las Lomas, al cual tomaba toda su familia como punto de referencia para que pudieran atravesar quintas, chacras, y descampados para retornar cada tarde al hogar, vinieran de donde vinieran. San Isidro cuida sus arboles, ya no solo a nivel municipal sino vecinal, como una forma de ser distintos en la visión de la función que la naturaleza nos regala.
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