Curiosidades

Desguazan el Magritte, último héroe del Mar Argentino

El pesquero que rescató a 140 náufragos del Rompehielos Irizar yace en el puerto de Mar del Plata. Esta nota fue escrita con notable prosa por el periodista de La Nación Mariano Wullich, participante de la campaña antártica del año 2006/2007 que sufrió un incendio total en alta mar cuyo pasaje integraba y que obligó al abandono total de la nave frente a las costas de Comodoro Rivadavia. Wullich falleció en abril del 2023 y Claudio Escribano en su sentida biografía lo definió como “un periodista tallado en la calle. Entre el sin fin de tertulias con personajes de la vida social, de la política o de las actividades rurales. O entreveros nocturnos con arquetipos del estaño, en horas inacabables, en las que alcohol y tabaco azuzan la conversación y el compañerismo"

Martes 11 de abril (2007). 5.58 AM. Mañana oscura y cerrada. Altamar, 250 km de la costa  de Puerto Madryn.

“¡Señor, avistamos la última balsa!”. “¡Posición, marinero, posición!”.

En la balsa, hombres a la deriva, descreídos, hasta entonces sometidos por los tridentes de esas olas. Ni siquiera, un frasco de dril con ron, ni tabaco ni pabilo, como para sostener el destino.

“¡Una luz, vienen, nos vieron!”, grito un suboficial (ARA) y le brindó el pase al vicecomodoro Gabriel Paolini (FF. AA) y a todos los civiles sin rango, jerarquías que no sirven, porque en supervivencia solo existe el consentido liderazgo.

La balsa es otra historia, porque hoy me ocupa el Magritte, el buque que guapeó, se hizo paso y me encontró. Ayer volvió para despedirse.

Como si no fueras nada, Magritte, te pasaron a desguace y, sierras, sopletes y martillos se ensañan con tu acero. Estuviste abandonado en un rincón de aguas marplatenses durante cinco años, entonces tus fierros y estructuras ya estaban muertos antes de irte de la vida. Podrán fundir tus pedazos, pero jamás cremar tu alma.

En la oscuridad te hiciste luz en esa noche mala. La escala de gato era como una sortija inalcanzable, tiraste tus redes para pescar hombres y uno de tus marineros, sin más abrigo lana, se zambulló para rescatar a algún exhausto en el agua. Tu tripulación hizo la vida más fácil a los 140 náufragos, que al arribar resbalaban en la cubierta aceitada por calamares viejos y merluzas desmembradas.

El Magritte, con 15 tripulantes y casi nada de instalaciones navegó con la carga inesperada de soldados. Fue allí que miré a estribor y solo divisé una balsa de salvamento. “Ahora sí, si el pesquero se va al fondo no queda otra cosa que nadar un poco a la nada”. Me acomodé en un rincón, en el suelo del “camarote” del dueño. También allí estaba el doctor Petroni. Mi hermano Víctor compartía un breve espacio junto al recordado lobo antártico, el Capitán Federici. Buzos y hombres rana, que se secaron a mi lado en la sala de máquinas, venían en cubierta mientras el Cap. Losada miraba el rompehielos en llamas: él no podía abandonar el teatro de operaciones hasta que llegara la Corbeta Robinson de la Armada. Mientras, abajo el casco era un chasquido y, arriba en el puente, confeccionaban listas de supervivientes.

De noche, no sé cuándo, un pescador uruguayo improvisó un asado pobrón pero que pretendió ser multitudinario. Pocos comían mientras el veterano charrúa gritaba, “¡Chotos, chotos para todos, quien quiere mí choto!”. Se refería a una achura típicamente oriental ¿eh…?

Otra vez noche, Puerto Madryn. Bajé del Magritte sin despedirme y con la mirada perdida hacia el Oeste, como mirando al otro lado de la Patagonia de Sopeña.

Cuanto le debo a tu tripulación, Magritte, cuanto te debo como para no rescatarte del olvido. Mereces un lugar en un parque de la Armada y por lo menos una maqueta en él querido Irizar. Tu nombre se debe al pintor surrealista René Magritte, pero la gente que acobijaste sabe que fuiste lo más real que pasaron.

Magritte, “Héroe del Mar Argentino”, podrán desguazar tu cuerpo, pero jamás tu alma y tu recuerdo.

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Por Mariano Francisco Wullich

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