Con más de 100 mil muertes por la pandemia, la vacunación en slow motion, un país con la mitad de su gente pobre, desempleo en niveles alarmantes, chicos que tuvieron un año y medio de desescolarización, vacunatorios vip y la esperanza en el nivel más bajo de la historia (según estudios) se avecinan las PASO. Estas elecciones intermedias, planteadas como un plebiscito para el Gobierno, mostraron visos de cómo se plantean el poder de turno y la oposición de frente a la sociedad.
Con una agenda similar, aunque enfocada desde cada ángulo, salieron a buscar el voto necesario para “solucionar los problemas de la gente”. Con el cierre de listas concretado, los candidatos tendrán que captar la atención de un pueblo dolorido, que vive casi al día y que padece atónito cómo los políticos manejan de manera temeraria los destinos del país.
Salvo contadas excepciones y en distritos donde las necesidades básicas están satisfechas, como en la mayoría de la Zona Norte, el conurbano padece los vicios completos de la mala política. La renovación legislativa debería mantener el mismo color en estos lugares.
En cambio, en la provincia se libra la madre de todas las batallas: el Frente de Todos sabe que la lupa está puesta allí y que de este resultado depende buena parte de la segunda mitad del gobierno nacional.
Se avecinan días cargados de actos, inauguraciones y palabras cruzadas. Si todo eso (y mucho más) sirviera para construir un país mejor, los argentinos seríamos los grandes ganadores de las elecciones. ¿Soñador? Bueno, siempre hay tiempo para pensar lo peor.
Román Iglesias Brickles
