Las elecciones ratificaron el mal momento del gobierno, que con la vacunación bastante controlada y la economía ensayando un rebote desde el subsuelo, no llegó y perdió en todo el país. Las causas son bastante conocidas: inflación + falta de empleo + inseguridad (sobre todo en el Amba).
Tuve la suerte y la tarea de recorrer casi 25.000 kilómetros haciendo televisión por todo el país; poco tiene que ver el conurbano con el resto del territorio, excepto, claro, por las afueras de Rosario y algunas otras urbes. Aún con pobreza, el resto del país nada tiene que ver con el caldo de cultivo que se respira en el segundo y tercer cordón del Gran Buenos Aires. Justamente allí ganó el gobierno: donde peor vive la gente.
Las provincias que mejores índices muestran son esquivas al peronismo: Mendoza (que está cada día mejor), Córdoba, San Luis, Entre Ríos, Misiones, Corrientes o Caba, no quieren saber nada con el gobierno actual. Hay que revisar estas cuestiones. No es sólo el campo. La gente que trabaja y aporta impuestos quiere ver mejor al otro, no peor. Nadie quiere ni puede ser feliz en medio de la infelicidad. Es una blasfemia creer o vender eso. El oficialismo tiene que escuchar al ex alcalde de Areco, Paco Durañona, que dijo: “Tenemos que ver si somos un espacio político del Amba o de todo el país”. Esto acompañado del mapa ultra amarillento de la provincia de Buenos Aires. Juntos, en cambio, lejos debería estar de creer que por el envión de esta victoria ajustada en la provincia aunque clara a nivel nacional, va a ser gobierno en 2023. Mucho tendrá que ver lo que hagan en el Congreso y en lo que sus dirigentes ofrezcan mediante la gestión de sus provincias y municipios. Cocodrilo que duerme. Los planes sociales deben ser transformados en empleo de modo urgente; las leyes laborales e impositivas, modificadas. El sistema no aguanta más. No da más. Alguien del espacio que integra la coalición del gobierno repite en voz alta: “Hay que sepultar a CFK y empezar desde otro lugar”. El dedazo de la señora ya no tiene el mismo efecto y las urnas volvieron a hablar. Se viene un 2022 determinante.
Eduardo Abella Nazar