Opinión

Argentina, a la suerte del Destino

Por Román Iglesias Brickles

No hace falta ser clarividente para caer en la cuenta de que el tejido social de la Argentina está debilitándose. En los grandes centros urbanos el humor social es cada vez peor y el autocontrol (fundamental para que tengan lugar las normas sociales) denota una porosidad llamativa. En las calles los semáforos son figuras testimoniales y los piquetes ya son entidades en sí mismas que eluden la ley, más allá de su razón de ser.

Tampoco es necesario contar con estudios terciarios para entender que la impericia y negligencia de muchos gobernantes están empujando a nuestro país –una vez más- al abismo. Después de encerrarnos durante meses en la cuarentena más extensa del planeta y apagar la economía el fin de la pandemia sólo trajo, todo flotando como restos de un trágico naufragio, decepción, peores indicadores económicos y una llamativa pasividad en el Poder.

Los especialistas auguran un futuro más pésimo que incierto y las proyecciones se basan en la disputa intestina que se está dando en el seno del Gobierno nacional y provincial. “De los hombres, en general, se puede decir esto: que son ingratos, volubles, hipócritas, falsos, temerosos del peligro y ávidos de ganancias” ya avisaba Nicolás Maquiavelo en el siglo XVI en su tratado político El Príncipe. Lamentablemente, por ahora no hace más que ratificar ciertas actitudes de personajes de público conocimiento.

Sin embargo, y con la misión de no caer en el pesimismo, es una obligación moral (en la fuerte reserva que aún queda en la Argentina) restablecer el contrato social entre pares. Si poco se puede esperar de los que administran los destinos de la nación se impone la necesidad de redibujar el sendero del sentido común y el bienestar. Eso está a mano y no se necesitan testigos para hacerlo.

Cómo antítesis de Maquiavelo, en su Contrato Social el suizo Jean-Jacques Rousseau sostuvo que para vivir en una sociedad más justa el ser humano tiene que vivir el estado natural. En otras palabras, no corromperse ni ser un individualista ya que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad es la que lo corrompe. En definitiva, llegó el momento de marcarle el camino a esta minoría que volantea por la cornisa del Destino.

 

Román Iglesias Brickles
Román Iglesias Brickles

Román Iglesias Brickles

rib@mediakit.com.ar 

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