Opinión

Bienvenido 2025, un año bisagra.

Por Eduardo Abella Nazar

El inicio del año 2025, con el clásico balance del cierre anterior bien fresco, y en pleno receso veraniego, con muchas familias -las que pueden, claro- en algún lugar de descanso, sea en Argentina o, en muchos casos, en países vecinos por el atractivo cambiario, no puede alejarnos de una realidad dura: más del 30% de la población argentina es pobre. Es cierto que según la discutible medición del INDEC -que debería medir pobreza estructural y no meramente ingresos- se bajó desde el horroroso guarismo post devaluatorio de casi el 60% a este treinta y pico que entusiasmó a Milei (y no es para menos teniendo en cuenta el mega ajuste efectuado).

El problema es que se miden ingresos versus costo de vida, y con un aparente incremento de los salarios contra la inflación a la baja, el resultado nos puso de vuelta en 2019, cuando Macri dejaba el gobierno en manos del ahora olvidado con pena y sin gloria Alberto Ferrnández. Aquello era malo, porque Mauricio, que había prometido «pobreza cero» (toda una declaración fallida por no haber tomado el toro por las astas), situación que al final, nunca olvidar, devaluación de 2018 mediante, lo eyectó del poder 12 meses más tarde.

Se diga lo que se diga en el ámbito nacional, para quedarse o para irse de la Casa Rosada, siempre, pero siempre, va a mandar la situación económica de la mayoría, y eso incluye siempre a la eterna y sufrida clase media. Esa es la situación de permanencia o no de un proyecto a nivel nacional, lo que les espera a Milei en 2027 dependerá única y exclusivamente de cómo van a  estar la pobreza, la indigencia, y fundamentalmente -otra vez- la clase media argentina.

Pero para un intendente, incluso para un gobernador, los guarismos son otros, ningún alcalde va a ganar una elección de medio término como la que asoma este año, por ejemplo, si no muestra acción y se iguala o supera con el mandato anterior, haya sido propio o no.

La Zona Norte muestra en la previa a peronistas como Achával, Sujarchuck, Zamora y Andreotti -aunque estos dos últimos estén hoy más cerca del vecinalismo que de cualquier partido- afinando el lápiz, pero a la vez preocupados por la plata que llega desde la provincia de Buenos Aires para obras. En los casos de Martínez en Vicente López y Lanús en San Isidro, los dos «amarillos» de la región, los ingresos y la cobrabilidad del abl son mejores, pero las gestiones se debaten en cuánto recurso se le asigna a la inseguridad, hoy por hoy, la gran protagonista.

El intendente que pierda esa batalla -algo que desde hace por lo menos dos décadas han tomado como responsabilidad propia los jefes comunales- lo verá reflejado en las urnas este año. San Isidro encabeza todas las estadísticas en cuanto a desidia en materia de seguridad, con patrulleros en pésimo estado, poco personal policial, deficiente patrullaje y monitoreo y una situación de abandono absoluto: es tierra de nadie. Sólo en Beccar robaron siete veces la misma cuadra. Tragicómico.

El riesgo para sus vecinos es justamente que esa «facilidad» que hallaron los delincuentes en el municipio que gobierna el desbordado y aprendiz alcalde se traslade a zonas seguras, como Tigre o San Fernando, que lograron montar eficientes sistemas luego de trabajar duro durante años. Mientras Lanús sigue buscando el agujero del mate, el crimen hace estragos en todos los barrios de San Isidro, y eso podría despertar una pueblada impensada a la hora de votar.

Eduardo Abella Nazar
Eduardo Abella Nazar

Eduardo Abella Nazar

ean@mediakit.com.ar

 

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