En las redes sociales, dónde uno puede elegir el filtro que más le guste para publicar sus fotos, no existe mayor inconveniente. Uno sube una instantánea y le da el brillo, color y retoque que quiera hasta que sea “publicable”. Tiene en su poder la posibilidad de manipular el objeto hasta que cuadre con los gustos y estilos que uno prefiera. Y si no es de su agrado siempre está la posibilidad de volver a tomar otra foto y reiniciar la edición. Este proceso está tan naturalizado que nadie se escandaliza porque sus preferencias estéticas no puedan ser cubiertas en la primera toma.
Sucede que, muy a pesar de la evolución humana y de los niveles de educación que cualquier persona tenga, estas costumbres pasatistas, este esquema de preferencias y elección ad hoc no puede trasladarse a la vida real. Se trata de un juego virtual que la tecnología regala para poder ver o verse mejor en una foto o video.
Sin embargo, la pérdida de lucidez y discernimiento lleva a avezados analistas y políticos a caer en la creencia de la botonera virtual de filtros y maquillajes para entender la realidad. Algunos de esos botones se llaman encuestas propias; otros le dicen “efecto tupper”: viven tanto dentro de un microclima que afecta sus capacidades cognitivas y empáticas y los aleja de la gente.
Lo cierto es que esta parece haber sido esta la razón por la cual Juntos por el Cambio recibió, una vez más, una paliza electoral a nivel nacional que lo empuja contra las cuerdas y hace crujir sus bases. Esta fuerza volvió a desencantar a sus votantes y quedó al margen de la contienda electoral. Todo un síntoma de época. Muchos señalan que las peleas internas y los egoísmos explícitos limaron a un electorado que esperaba una propuesta superadora, en lugar de más de lo mismo. De allí que Javier Milei siga en carrera pero también que Sergio Massa tenga grandes chances de sentarse en el sillón de Rivadavia. El peronismo, bajo sus mil formas y estrategias, no reniega de sí mismo. Es un movimiento místico que aglutina, abraza, envuelve y sigue. Para los noveles libertarios no será tarea fácil convencer al resto de la ciudadanía de darle una chance a las ideas de Alberdi.
Román Iglesias Brickles