No terminamos de digerir la jornada agotadora del 13 de agosto: inundaciones colosales, saqueos organizados y el caos. En medio de tanto, un repaso veloz del 13-8. En mi caso atravesado por la cobertura televisiva electoral durante 18 horas: desde Sergio Massa votando temprano hasta el rugido de Javier Milei en el búnker del hotel Libertador en la explosiva noche de aquel domingo; mientras devoramos números y asistimos al mazazo electoral de LLA, y damos más y más mesas, advirtiendo al país en la pantalla de canal 26 lo que va a ocurrir en base a las urnas, se suceden elecciones locales singulares: la gente elige cortar dos o tres veces una boleta y mete un voto que premia y castiga en el mismo sobre. Hay un claro mensaje a las dos facciones: el fracaso se mide en décadas y ninguno aprobó el examen. Milei es ahora un fenómeno popular que sustrajo la base electoral del PJ en todo el país y también de una parte de Juntos.
En la zona norte del conurbano pasa de todo: Zamora impone el corte de boleta y derrota finalmente a Malena Galmarini en una batalla largamente esperada -algunos vociferan que ganó aún con el «Che» Guevara Grabois en la papeleta-; ahora ambos, la presidenta de Aysa y el alcalde, deberán zanjar diferencias para unificar el espacio. Ramón Lanús, con el invalorable apoyo de la débil vencedora nacional en la demoledora interna de Juntos, Patricia, se agiganta en San Isidro ahora busca esos 60% que tuvo el espacio: dejó en el camino a una Posse, con todo lo que eso significa. No hubo sorpresas en Vicente López, donde Soledad Martínez se acomoda para otro mandato, el primero íntegramente suyo, ni en San Fernando, donde Andreotti reina. Menos en Escobar y Pilar, con ratificaciones para Sujarchuk y Achával. Pasaron dos semanas. Quedan ocho para el 22-10. En este suelo eso es una eternidad.
Eduardo Abella Nazar
