Difícil de explicar la Argentina: entre tanto periodismo internacional y local pude observar el shock que generó en el búnker de Milei (me tocó trabajar allí en las dos elecciones para Canal 26) la primera placa de resultados, con el triunfo claro de Sergio Massa, un político profesional y todo terreno, por sobre el catapultado aunque ya no sorprendente Milei y la desteñida Patricia Bullrich. Con números de inflación muy duros, Massa logró esquivar las balas y tuvo la astucia para quedar a un paso de la Casa Rosada; necesita explicar cómo va poner al país en un lugar mucho mejor en poco tiempo aún en la situación actual, pero tiene el handicap de haber recuperado el aparato del PJ al 100%. Volvieron las mañas de los alcaldes y claramente todos tiraron juntos del mismo carro. Milei tiene que hociquear: acaba de evaporar sus frases de que todos están ensobrados, que todos son malos y él es bueno, que los de JxC eran una cosa y ahora son otra. Tendrá que mutar hacia un presidenciable de verdad si quiere vencer al PJ.
La zona norte ratificó a todos los oficialismos: solo Ramón Lanús irrumpió de la mano de Macri y Bullrich ante un Posse que sé corrió de la escena, y en alianza con el propio Gustavo, que apoyó su candidatura luego de la interna de agosto. Los números dicen que todos sacaron más votos que sus candidatos a presidente; Sole Martínez, Andreotti, Zamora, Sujarchuk y Achával: todos ratificados por sus vecinos.
Los radicales se aprestan a saltar a los brazos del PJ, nada nuevo. Pro entiende que su nuevo life style será en conjunto con los libertarios. Nació un nuevo escenario político y otro esquema de fragmentación. En el fondo nadie sabe bien cuál será el rumbo venidero ni la forma en la que este bendito país podrá finalmente salir de un estado de decadencia en el cual se encuentra atrapado. El final es tan abierto como incierto. Esto aún tiene que decantar.
Eduardo Abella Nazar
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