Las elecciones celebradas hace 24 días en los Estados Unidos, que finalmente consagraron al casi octogenario demócrata Joe Biden como nuevo presidente por los próximos cuatro años, dejaron en claro varias cuestiones: en América del Norte hay grieta, tanto o más que en Argentina. Los crímenes asociados al flagelo del racismo, obviado o tapado durante décadas, volvieron a estallar en pleno mandato de Trump. La combinación de pandemia por el coronavirus, crisis económica a partir de ésta y el mal manejo durante los primeros meses exacerbaron la furia de algo más del 50% del país hacia el presidente.
La cobertura que realizamos junto a Román Iglesias Brickles para la productora Mediakit y Canal 26 nos dejó un aprendizaje muy concreto: el sistema electoral americano es complejo, las mayorías no siempre otorgan el triunfo y los Estados clave siguen definiendo al presidente por un puñado de votos. La división es absoluta. La economía, muy fuerte en tres de los cuatro años de administración republicana, y aún con un rebote en los últimos meses posteriores al lockdown, de nada sirvió para sostener a Trump en la Casa Blanca. Argentina tiene casi todo para imitar de una potencia como Estados Unidos, pero también cuenta con una ventaja: aquí el racismo no existe. La grieta, eterna y ancha, es ideológica y deportiva: nos encanta pararnos en veredas distintas.
La partida de Maradona, máximo exponente de la pelota a nivel global, con todo lo que significó el mejor jugador argentino de todos los tiempos, nos podrá unir en el dolor y el sentimiento. Unos días estaremos un poco más juntos a lo largo y ancho del país. Pero volverán los problemas de siempre. Que la grieta nos una con EEUU no es positivo. Nos iguala en lo que hoy avergüenza al pueblo americano. Subir la vara y aprender es nuestro máximo desafío.
Eduardo Abella Nazar
