Las listas presentadas el sábado pasado con el cierre exacto de los plazos ante la Junta Nacional Electoral dejaron el escenario listo para la batalla campal: el lugar más emblemático -no el único- es Tigre: Julio Zamora está decidido a dar la pelea y para eso programó una renovación del gabinete municipal de cara a las PASO. Enfrente está Malena Galmarini, que se juramentó tomar el municipio y para ello cuenta con el respaldo de su marido y candidato a presidente, Sergio Massa. No es poco. Juntos por el Cambio mira de reojo y se apresta a sacar ventaja de ese choque de dimensiones aún indeterminadas.
El resto de los municipios transita por un reordenamiento con situaciones distintas: en San Isidro su intendente, Gustavo Posse, decidió dejar el sillón de la calle Belgrano -intenta que siga Macarena, su hija- y saltó a la gran pelea por la provincia.
Más estable están en Vicente López, San Fernando, Pilar y Escobar, pero todo está por verse. Kicillof, el gobernador, sabe que su mejor negocio es seguir como siempre, es decir, en silencio. Hablar poco, mostrar poco… así y todo, sabe que se ata a la potencia que Massa le imprima a su raid presidencialista. Son ahora Massa dependientes.
Larreta y Bullrich juegan una pelea colosal a ciegas, porque nadie aventura el final. Milei, aún siendo una incógnita, puede alterar el mapa nacional, y también local. Las traiciones vienen a la carta. Muchos se venden al mejor postor. A nadie le importa demasiado cómo van a sacar las gestiones, o mejor dicho, la gestión de un país deteriorado. Una lucha sin cuartel por el poder, las cajas, la ambición sin límite y la desmesura. Una pintura bien argentina.
Eduardo Abella Nazar