Hace unos años, en una mesa nocturna de una terraza madrileña que compartimos en casa del gran anfitrión Fernando Ortega Smith, uno de los comensales -nativo de la península ibérica- me preguntó seriamente pero con una mueca perspicaz si los argentinos estábamos un poco o totalmente locos. Fernando (lamentablemente ya se fue de gira) atinó a reírse y anticipó la respuesta: “¡pues claro, hombre!”. Por su madre argentina ya conocía de cerca la idiosincrasia albiceleste. La consulta venía a colación de la situación política, económica y social que se vivía en esa época. Eran tiempos de turbulencias, endeudamiento, dólar blue e inflación. En 2018 se creía que “estamos mal pero vamos bien” y en el mundo se cuestionaban si algún día la Argentina iba a ser un país normal. Hoy en día ya nadie duda de que estemos pésimamente mal de la cabeza en esas latitudes. Con la extensa, rica, diversa, profunda, plena de oportunidades y gran patria que tenemos resulta inverosímil vivir la situación que estamos atravesando como nación.
Gracias a esta hermosa profesión recorro todos los rincones del país y no dejo de sorprenderme con el empuje y el compromiso de la gente. “Está todo mal. Es un país de mier…” repiten muchos como mantra y se retroalimenta como profecía autocumplida. Desde Ushuaia hasta Salta se viven miles de miles de historias que se interponen entre esas frases y la realidad. Sucede que quiénes deben decidir los destinos responsablemente y de manera certera vienen fallando seguido y hacen creer que todo ese desastre es culpa de todos. Es la famosa comida en grupo en el restaurante que se paga “a la romana” (todos pagan igual sin importar lo que consumieron) y ellos hacen un soberano “Paga Dios” y hasta luego. Ahí sí, sin errar un solo pase a la red meten más goles que Batistuta en su época de oro en Fiorentina.
Por eso, en estas elecciones que se acercan será muy importante direccionar de manera acertada el voto. Esta herramienta es fundamental para poner rumbo a una nación que tiene equipo, cancha y talento para dejar de luchar por el descenso y ponerse, por lo menos, a la altura de los mejores.
Román Iglesias Brickles
Un comentario