Ayer 17 de diciembre no fue una fecha más en mi vida: escribir como hijo es muy distinto a hacerlo como periodista y eso me quita distancia, perspectiva y objetividad para el análisis; se cumplieron 15 años de la muerte de Carlota Sánchez Aizcorbe en las aguas de la tercera sección del Delta, y entonces la ironía del destino quiso que su último respiro terrenal fuese en ese escenario natural por el cual batalló durante más de dos décadas.
Abuela primeriza en aquel lejano 2005 (nada puedo lamentar más que no verla desplegar su otra pasión, el arte, con mis tres hijas e imaginarlas juntas sonriendo, claro), y luego de 23 años al frente de su creación, la Fundación Pro-Tigre y Cuenca de Plata, ésta pionera en la defensa del medio ambiente transitaba hacía un retiro que vislumbraba en su isla del Río La Barquita, justamente hacia donde se dirigía aquel 17/12. El Paseo Carlota, en la calle Lavalle, en Tigre, donde hace cinco años el Municipio decidió homenajearla con un ese nombre y un monolito justo en el sector donde todo comenzó en 1983, es hoy un sitio que rescata la épica de esta idealista irrenunciable.
Su lucha, vigente en el trabajo de muchísima gente que hoy se interesó en la problemática ambiental (cambio climático mediante a nivel global), no recibió, sin embargo, el apoyo necesario a nivel gubernamental: el Río Reconquista, a través de 17 municipios desde su naciente en la Presa Roggero, en el oeste bonaerense, sigue recibiendo el duro castigo de desagües cloacales clandestinos y los vertidos industriales que también carecen de tratamiento. Su contaminación, a 38 años del histórico movimiento generado por Sánchez Aizcorbe y un nutrido grupo de vecinos, muchos de ellos abogados, médicos, remeros y tigrenses de la primera hora, no ha sido derrotada. La semejanza del Reconquista con el Riachuelo es total. Los distintos gobiernos provinciales y nacionales se quedan en la promesa, pero el escandaloso estado de las peligrosas aguas afecta la vida de 5 millones de personas de forma directa: lastima al Delta y al Río de la Plata, que recibe el 33% de su contaminación desde la desembocadura del Río Luján. Aysa debe hacer grandes esfuerzos para potabilizar el agua que extrae de allí, frente a la Ciudad. Cada cloaca y planta de efluentes que construye tiene doble beneficio. Allí deben radicar los esfuerzos presupuestarios. Con la industria, control y reglas claras para morigerar el impacto, como mínimo.
El trabajo de esta mujer, reconocida en mundo por su tarea, con la Red E-Law como símbolo de su trabajo internacional, pero destacada por recorrer juzgados federales y provinciales para involucrar a la justicia en el tema saneamiento, no será olvidado. Su legado debe tener como punto culminante la descontaminación del Reconquista y su cuenca. Sólo así la frase que instaló en 1983 vivirá eternamente: un ambiente sano, justo y solidario.
Eduardo Abella Nazar