La pregunta que ocupa la cabeza la mayoría de los padres con hijos en edad escolar, además de imaginar cómo llegar a fin de mes y de no caer en las garras del Covid, es: ¿Quién les va a devolver dos años perdidos de educación y sociabilidad? Sabido es que el paso por la primaria y secundaria es un tránsito fundamental para cimentar las bases del pensamiento crítico, generar las primeras relaciones con pares en el largo camino de la vida y tener una noción certera de la autoridad, más allá del hogar.
Al margen de las clases virtuales, que ocupan más tiempo que lugar en los estándares básicos del saber, la realidad marca que se deterioraron las relaciones familiares y sobre todo entre los chicos por causa de la pandemia (confinamiento estirado y exacerbado miedo direccionado desde los medios). Así resulta que tras más de un año sin clases presenciales, la gran masa de estudiantes de nuestro país padece atrasos en el aprendizaje real. Ya en 2020 no hubo calificaciones ni evaluaciones para ninguno de ellos a lo largo del calendario escolar. Y en este 2021 ya se avisó que se emulará lo actuado anteriormente, al menos en el AMBA.
Este preocupante panorama, que no figura en la agenda de la política nacional, emerge dentro del contexto familiar con fuerza. Y anuncia que no será sencillo recuperar los lazos quebrados por el miedo, el aislamiento y la involución social. Según un estudio que realizó el neurocientífico Facundo Manes, “8 de cada 10 jóvenes del país tienen síntomas de depresión leve, moderada y severa; y más de 6 de cada 10 tienen síntomas leves, moderados o severos de ansiedad”.
Esto da cuenta de la gravedad de una situación que puede generar graves secuelas en la población. En ese mismo estudio que realizó junto a la Fundación INECO, el especialista aseveró algo que todos nosotros intuimos y sabemos por consejo materno: “La salud no se puede separar en salud física y mental, la salud es integral y hoy los argentinos estamos exhaustos”.
Román Iglesias Brickles