
El cuadro de situación del país no deja de ser dinámico y poco claro. El golpe recibido por las elecciones legislativas para el oficialismo nacional fue tan fuerte que hizo resonar las bases libertarias. Más allá de que la gobernabilidad jamás estuvo en juego en estos comicios locales, su nacionalización resultó un bumerán para la estrategia de Milei y sus armadores. El escrutinio expuso una diferencia no prevista y mandó un alerta a todo el arco político, a los analistas internacionales y a la interna: la gente restó el apoyo que antes había brindado masivamente. Este hecho, consecuencia de manejos y formas alejadas de la realidad, caló tan hondo que provocó un sismo tal que tuvo que aparecer la figura de Donald Trump para frenar una estampida del dólar.
La situación de la Argentina sigue siendo endeble en términos políticos y económicos pero ahora se agitan los fantasmas del pasado. Si bien nadie quiere volver a las recientes épocas de controles de precios y de cambios, cepo al dólar, economía hundida, venezualización progresiva y toda la maraña de artilugios que hicieron explotar la inflación tampoco enamora cuna notable insensibilidad por parte del Gobierno. La falta de empatía para con los estratos sociales que sufren la falta de recursos castigó en las urnas durante septiembre. Las medidas que se tomaron para paliar la situación parecen las adecuadas aunque la recesión cause estragos que son muy difíciles de afrontar para las familias en emergencia.
También existen muchos grupos de presión que podrían perder grandes privilegios si el Congreso llegara a cambiar su composición. Poderosos que no dudan en sembrar caos sin importar las consecuencias para el ciudadano de a pie. Argentina vive horas cruciales en todo sentido. Y, cómo siempre, ni de un lado están los Justos ni del otro los Pecadores. Este cambalache que resulta nuestra idiosincrasia, esta mezcla arrabalera rioplatense, una vez más, es artífice de una realidad que sólo nosotros somos capaces de modificar.
Cómo sea, la situación que se plantea por delante exhibe una gran complejidad: si el Gobierno logra una buena elección nacional en octubre, el mercado dejaría esta fluctuación exasperante en la que vive y se ratificaría el rumbo de Milei. Una victoria le daría las bancas necesarias para llevar adelante reformas estructurales que enfocarán al país en la dirección correcta. Sin embargo, otra derrota legislativa sería difícil de asimilar en términos políticos y económicos porque el programa estratégico pende de los cambios que se realicen en el futuro.
Las presiones son supremas en un contexto volátil, de errores no forzados y de conspiraciones. Las encuestas (que volvieron a fallar para las elecciones bonaerenses) dan que Fuerza Patria estaría capitalizando todo este ruido y falta de reacción oficial para octubre. Según estimaciones de RDT Consultores, FP cuenta con un 36.4% de intención de voto, mientras que Milei un 35% para los próximos comicios y asegura que la imagen positiva del Presidente retrocedió varios puntos (de 38,6 en agosto a 34% en septiembre).
El contexto podría entregar un panorama aunque habrá que tener en cuenta que el ausentismo fue grande antes y ahora se prevé una concurrencia masiva a las urnas. La gente, en sus manos, tendrá la llave que definirá si se debe avanzar con los cambios o se frenará todo para volver al pasado.

Román Iglesias Brickles