Técnicas denigrantes de dominación utilizadas en oscuros períodos de la Humanidad apuntaron a desunir rompiendo sus lazos sanguíneos y dando otros fabricados a medida para objetivos discrecionales. Por eso es muy importante recuperar el sentido de pertenencia que está latente en la Argentina, más allá del folclore del fútbol. A lo largo de nuestro país sobran ejemplos de arraigo y es necesario volver a ponerlos en la superficie, para que las nuevas generaciones se nutran de su esencia.
De Emilio Grandolini y Ernestina Casara, oriundos de Italia y que llegaron hasta aquí en la génesis de este país, se generó una descendencia de casi 120 argentinos nacidos y criados en este suelo. Este ejemplo con nombre y apellido, mínimo pero elocuente, se repite de a miles a lo largo de la historia nacional.
Lejos de ser una cuestión clasista, el hecho de reconocer pertenencia le da entidad y sustento a cualquier ser humano. Los argentinos tenemos la manera de salir adelante, a pesar de las circunstancias. Sólo hay que saber dónde buscar y reencontrarse.
Román Iglesias Brickles