La ferocidad de la devaluación, acentuada por las medidas que tomó el nuevo gobierno (aseguran que servirán para terminar con la inflación), no tuvo tiempo de asimilación para nadie. Tal como había anticipado Milei se procedió con el ajuste (que no será de la casta política en su totalidad) y la sociedad asiste a un experimento inédito: confiar en que lo que se dijo se cumpla.
En el medio se avizora un horizonte cercano sombrío en el que que pondrá a prueba, una vez más, el temple de los argentinos. A nivel nacional las decisiones se toman en función de lo macro esperando que, paulatinamente, impacte en lo micro. Este proceso intangible y alejado del día a día de Doña Rosa deberá ser tan urgente como certero: no hay lugar ni ánimo para más aventuras. Los argentinos están acalambrados de poner el hombro por la impericia, ineficacia e improvisación de la política.
Así como el “no hay plata” del Presidente, tampoco hay tiempo. Un temporal histórico arrasó buena parte del país y puso a prueba la respuesta de dirigentes, funcionarios de turno e intendentes, nuevos y viejos. A menos de diez días de asumir un tornado causó destrozos y expuso a muchas administraciones provinciales y locales al totalmente justificado reclamo de los vecinos.
La medida de tolerancia actual esta en los niveles más bajos de su historia. Los ciudadanos ven como la vida pasa mientras sus problemas cotidianos se multiplican al mismo tiempo que pagan, cada vez, más impuestos. Y esa cuenta, realmente, no le cierra a nadie.
Román Iglesias Brickles