A propósito de todo lo que sucedió en estas últimas semanas se me vino a la mente la brillante frase del físico John Archibald Wheeler: «El tiempo es la manera que tiene el universo de evitar que todo suceda simultáneamente”. Quizás, este presente de la Argentina desafíe el postulado del norteamericano creador del término “agujeros negros”. Este país, sumido en una situación política y económica inédita para una nación que ni siquiera está en guerra, interpela hasta las leyes de la física. Y, por qué no, las de cualquier manual de democracia moderna del mundo occidental.
En la Argentina todo sucede a un ritmo tan vertiginoso que no hay cinturón de seguridad que valga. Vivimos en una realidad tan conmocionada que muy pocos reconocen a la normalidad como una condición natural. Hay que hacer un ejercicio magistral de concentración para imaginarse, por un momento, un presente sin violencia criminal, corrupción estatal, inflación galopante, marginalidad institucional y vida al borde del colapso. Lo que debería ser excepcional se volvió regla entre nosotros.
El mundo vive horas desafiantes con secuelas por la pandemia y está en vilo por la invasión de Rusia a Ucrania (y sus derivados) pero no fueron los disparadores de nuestra crisis. Acá ya nos habíamos arreglado bien para complicarnos la existencia sin ayuda de nadie. Un Gobierno sin rumbo, con la calle tomada por los propios, sin poder de resolución y ya usando su bala de plata (el enroque de Massa y su nuevo plan) flota a la deriva esperando el milagro. A un año de las PASO la Fe republicana está puesta en que alguna vez funcione una de las tantas recetas que se ponen en práctica y fracasan sin cesar.
Las arengas callejeras pagas y espontáneas que hubo y habrá por el suceso judicial en marcha se suman al largo listado de eventos que completan el cuadro de situación actual. Y la pesadumbre que flota en el ambiente por la mishiadura impiden ver más allá a cualquiera que busque imaginar un cambio o soñar con un horizonte. Pero incluso el menos optimista de los argentinos debería estar, mínimamente, equivocado. Hasta Stephlen King, gran maestro del terror, alguna vez dijo “La noche es más oscura justo antes del amanecer”.
Román Iglesias Brickles