Las situaciones enfocadas desde ángulos distintos permiten visualizar con otro cristal la actualidad y hacerlo, tal vez, de un modo menos contaminado: por segundo mes consecutivo me toca escribir la columna mensual desde la Argentina profunda, bien tierra adentro, a 1400 km del infierno metropolitano de Buenos Aires: esta vez en Misiones, una maravilla extraordinaria de nuestra patria.
En marzo había sido en plena Comarca Andina debido a los devastadores incendios que azotaron esa región de Chubut. Ahora la cuestión es mostrar en Canal 26 la situación en las provincias fronterizas con Brasil, Uruguay y Paraguay.
En esa misión estamos mientras la región del Amba (un ínfimo pedazo de tierra de este inmenso y rico país, de apenas 4.800 kilómetros cuadrados que tiene alrededor de 15 millones de habitantes y al distrito federal adentro) vuelve a tener restricciones más duras en cuanto a lo que se puede y no se puede hacer, fundamentalmente en cuanto a la circulación, la educación y el esparcimiento.
En pleno auge de casos de covid, machacar sobre la falta de muñeca del gobierno a la hora de no haber comprado todas las vacunas posibles cuando debió hacerlo entre diciembre y marzo, o lo lento del proceso de inmunización de la sociedad, parece agotador. Sin embargo, es inevitable hacerlo: no solucionaron lo más importante. Mientras se las ingenian -si es que cabe el término- para traer las 20 millones de dosis prometidas que nos devolverán a la normalidad algún día, sólo queda intentar seguir. Que no se dañe más el alicaído empleo argentino y que se premie al que trabaja sería una sana alternativa.
Mientras camino por el paraíso natural de Iguazú, rumbo a las extraordinarias Cataratas para mostrar algo lindo entre tanta pálida, sospecho que la mayoría de los argentinos vivimos lejos del paraíso, sí. Vivimos lejos del paraíso pero dentro de él. Un lugar común en la Argentina: buena gente, buena y abundante tierra. Faltan ahora decisiones correctas y agudizar el ingenio de esas mentes abrumadas por la rosca política. Más conducción y menos sarasa para acercarnos, aunque sea algo, a un país a la altura de su bendita geografía.
Eduardo Abella Nazar