Opinión

Una batalla electoral ante un cambio de época

Por Eduardo Abella Nazar

Lo que viene el próximo 22 de octubre es, muy probablemente, un cambio de época. El ciclo  que comenzará a terminar  en apenas 3 semanas -aún con el alargue de un ballotage el 19 de noviembre- es un proceso de 20 años. Hubo un ciclo anterior, el de la estabilidad-convertibilidad durante los 10 años que tuvo Carlos Menem entre 1989 y 1999. Más de uno empieza ahora a reivindicar al riojano. Saber que un sueldo serviría para proyectar algo durante un año o dos parece ciencia ficción en la Argentina de hoy. Pero con Menem eso existió. Cómo todo ganador nato, Carlos Saúl no supo moderarse a tiempo y la corrección del rumbo no se hizo con timing. El mini fiasco de De la Rúa y el separador de Duhalde entre 2000 y 2003 dieron forma a 16 años intercalados de kirchnerismo y a 4 de macrismo.

Se probó de todas formas: los dos modelos fracasaron, cada uno con sus matices. La era 2003-2007 de Néstor Kirchner, próspera por los precios galácticos de la soja y un país que había devaluado y licuado, fueron la oportunidad pérdida para sentar las bases que luego destrozó CFK con la dádiva fácil que agigantó el gasto de manera que mucha gente ya perdiera la cultura del trabajo. Los 4 años de Macri no tuvieron la fibra necesaria para producir los verdaderos cambios: se quedó en la mitad del río. Tal vez esa experiencia la pueda aprovechar Patricia Bullrich, si los electores le dan el empujón necesario para vencer a Massa (increíblemente de pie y dando la batalla hasta el final, aún con una inflación difícil de digerir y explicar); Patricia está en ese lugar complejo, porque Milei se erigió como lo nuevo y como el cambio real.

Los alcaldes caminan hacia elecciones seguras en la ZN, a excepción de Posse en San Isidro, que no se presentó y delegó la interna a su hija Macarena, derrotada por un fino margen por el ahora candidato oficial, Ramón Lanús. En Vicente López, Tigre, San Fernando, Pilar y Escobar, todo parece indicar que la gente sigue la línea actual. Esto es algo que se observa en la provincias también: los votos nacionales, o sea el administrador de la caja grande, por un lado. El que lleva lo local, ése que tengo más a mano, por el otro. La gente es hoy impredecible: no creer en las encuestas, mucho menos en las operaciones viralizados por los laboratorios de uno y otro bando. Querido lector, como antes de las PASO, vaya un humilde consejo: vote con la cabeza fría y con el corazón caliente. Dios y la Patria se lo demandarán… a los ganadores, claro.

Eduardo Abella Nazar

ean@mediakit.com.ar

 

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