Personajes ilustres
El día que el autor de «El Eternauta» Héctor G. Oesterheld jugó al futbol en nuestra canchita de Beccar
Por Bartolomé Abella Nazar

El 30 de abril Netflix estrena «El Eternauta» la mejor obra del guionista de historietas más importante que dio nuestro país. Contar esta historia es nuestro homenaje.
La historia de una familia singular con un trágico desenlace
Los hechos relatados pertenecen a la década del 70. Beccar era una tranquila localidad con grandes quintas de fin de semana y algunos pobladores que eligieron el lugar como vivienda permanente. Calles de tierra, hermosa arboleda, casas de diferentes estilos, algunas enormes y otras que se mezclaban en un paisaje que nos permitía usar la calle casi sin restricciones para jugar a la pelota o permanecer en ella “haciendo esquina”, sinónimos de no hacer nada, solo permanecer con los amigos del barrio pateando la vieja pelota o la tocata callejera con la de rugby, y pasar varias horas contemplando la vida, conversando, discutiendo, fumando y exponiendo entre nosotros los fundamentados detalles de cómo arreglar el mundo.
Enfrente a la estación Beccar y en la esquina de Ayacucho y Rivadavia se mudó una familia con unas hijas muy bonitas. De inmediato comenzamos a discutir cual era el mejor ardid para intentar entrar en contacto con ellas, teníamos 20 y poquitos años. Gano la postura de arrojar la pelota de rugby en su jardín tantas veces como fuera necesaria para vencer la resistencia inicial. En la octava ocasión Estela la hija mayor con una sonrisa entre tímida y picara nos dijo “si quieren mañana por la tarde los invitamos a tomar el té, pero no arrojen más la pelota ya que perdemos un tiempo precioso e inútil en su devolución”.
Al otro día puntualmente, y con nuestra mejores galas nos presentamos pensando que sería un te informal con nuestras vecinas, pero grande fue nuestro asombro cuando nos recibió toda la familia y reunidas en la mesa conocimos a Héctor el dueño de casa, Elsa su esposa y a sus cuatro hijas; Estela, Diana, Marina y Beatriz. Ni atisbo teníamos de quien se trataba esta singular familia. Nos llamó la atención los cientos de libros, papeles, folletos, revistas de historietas, panfletos y diarios que había en todos los rincones del living del chalecito californiano de dos plantas frente de la estación pero y que con el trascurrir del tiempo empezaríamos a entender. Nuestra intención era conquistar el corazón de Estela y Diana las hijas mayores; la mayor de una infinita belleza, alta de pelo negro hasta la cintura, ojos negros, suave y delicada y cada vez que se acercaba parecía flotar en el aire en vez de caminar buena estudiante se inclinaba por la pintura y la filosofía Diana más introvertida, un poco ciclotímica con una marcada vida interior, Beatriz mucho más joven –y lejos de nuestras intenciones románticas- era de una belleza singular y Marina la más parecida a su padre, de una sonrisa encantadora. Pero invariablemente en nuestras visitas los fines de semana fueron escasos los momentos de soledad con ellas y en las reuniones participaba toda la familia. Casi todos los fines de semana íbamos con nuestros amigos y conocimos a los más famosos dibujantes de historieta como Hugo Pratt, Alberto Brescia, F. Solano Lopez y Paul Campani entre otros, músicos, artistas, escritores, periodistas, gente que traía historias.
En esa casa de Beccar, mezcla de taller oficina, toda bullía y cuando llegábamos no queríamos marchar, nadie quería apagar la luz y las chicas se negaban a ir a fiestas o clubes, donde encontraban “gente tonta” querían estar ahí en su casa… similar a un Club. Largas charlas Héctor -de una inteligencia superior- dominaba todos los temas que se trataban; arte, científicos, religiosos, políticos, bélicos y tenerlo de aliado en los juegos de ingenio o de preguntas y respuestas (como el Carrera de Mente) aseguraba un triunfo rotundo. No lo podíamos creer y desafiar al dueño de casa al ajedrez, damas o back-gamón o el go (juego de ingenio que trajo al país el que fuera su consuegro el Ing. Hilario Fernández Long) salíamos derrotados. Tal era el abismo intelectual que nos separaba que en un esfuerzo desesperado y tratando de equilibrar fuerzas –al menos físicas– invitábamos todo el tiempo al papá de las chicas a jugar al fútbol en nuestra canchita de fútbol de Acassuso y Ayacucho y en la seguridad que renunciaría al convite o que nosotros por nuestra juventud tendríamos alguna revancha. Pensábamos que era una quimera y que Héctor nunca se haría presente. Mayúscula fue nuestra sorpresa –recuerda Enrique “Quique” Manrique– cuando el autor de El Eternauta y de cientos de historietas, Héctor Germán Oesterheld, se presentó con sus pantalones cortos, una vieja camiseta y unas botas de trekking de aspecto temerario un sábado temprano para corretear entre el polvo y la pelota muerto de risa ante nuestro asombro.
Defensor prolijo y ordenado para despejar de buen pie, aunque un poco tosco al que daba cierto temor a enfrentar y con un pésimo estado físico, propio de un escritor que pasaba muchas horas frente a un escritorio. La aventura futbolística tuvo un final abrupto cuando jadeante y extenuado dejó el campo al cabo del primer tiempo. “Estaba azul” – rememora Quique– y al costado del campo observaba sus hijas. Pero acepto el convite y con su garra germana cumplió el desafío y salió airoso.

Hasta ese momento desconocíamos quien era H.G.O, solo sabíamos que era geólogo, y que trabajaba en su casa escribiendo guiones para historietas, todo el tiempo, a mediados de la década del 50 las historietas eran una fuente de diversión y se vendían miles de ellas por semana. Héctor fue le guionistas más destacado de la época, de carácter moderado, y con un lenguaje modesto y sin hacer alarde de sus creaciones dejo un legado fundamental en la ficción nacional. La simpleza de sus héroes y una delgada línea entre la ficción y la realidad fueron las coordenadas de su obra que le otorgan un prestigio mundial que aun hoy está vigente. Recuerda el dibujante Francisco Solano López “tenía una capacidad inmensa para crear al infinito historias de todos los géneros” y Carlos Trillo afirmo “Fue el más grande escritor de historietas de la historia argentina y uno de los mejores del mundo, gran escritor y muy humanista” “El Eternauta es el Martín Fierro de la historieta” Escribió literatura infantil para chicos Gatito y la serie Bolsillito más tarde Bull Rocket, Sargento Kirt, Ernnie Pike y su obra cumbre: El Eternauta con varias ediciones que relata cuando nieva en Buenos Aires es el comienzo de Juan Salvo y la trágica aventura. La historia relata cuando la invasión extraterrestre a Buenos Aires y la lucha por la resistencia poblada. Fue un éxito y miles de seguidores esperaban los nuevos capítulos y la salida de Hora Cero semanal donde se publicaba. A Oesterheld lo conocimos taciturno y callado, introvertido su cabeza era una imaginación permanente y pasar tiempo en su casa con sus cuatro hijas era idílico.
Durante todas nuestras visitas en su casa jamás tuvimos discusiones políticas, ni partidistas a pesar de los importantes acontecimientos políticos como “el Cordobazo”, la presidencia de Cámpora, la masacre de Ezeiza y la vuelta de Perón. Nunca nos dimos cuenta de lo que estaba por venir…

El drama: con el tiempo dejamos de ir a su casa nuestras vidas tomaron caminos distintos y nos llegaron versiones que los padres se habían separado y las chicas en pareja por distintos lugares del país. Con la aparición de los montoneros algunos creyeron que era la solución para el país y comenzaron a militar en esa agrupación. H.G.O y sus cuatro hijas toman ese rumbo. Su madre Elsa agrega “era la ideología y lo convencieron a Héctor y a sus hijas” “tuve fuertes discusiones con mi esposo la bronca se me mezclaba con el dolor yo no podía entender que el hombre con que habíamos sido tan felices, es escritor pacifista y democrático que había plasmado su amor al prójimo en todas sus obras, hubiera tomado partido por algo tan violento. -Hace de tu vida lo que quieras pero no involucres a las chicas- le recriminaba Elsa”. Yo presentí que cuando la agrupación paso a la clandestinidad y a la lucha armada que mis hijas iban camino a la muerte”. En abril de 1977 fue secuestrado por las fuerzas armadas en La Plata, estuvo detenido en varios centros clandestinos y aseguran que fue asesinado en Mercedes, habiendo desaparecido sus cuatro hijas; Diana 24, Beatriz 19, Estela 25 y Marina 18, también desparecieron sus yernos y sus nietos. Se asegura que su desaparición de debió al malestar que producía en los militares su biografía del “Che” Guevara, el alto compromiso político de la última parte de El Eternauta, a su militancia en Montoneros o a una combinación de todos estos motivos. Un rumor que corrió con mucha fuerza fue que el Coronel que lo tuvo en prisión le encargó que guionara la historia del General San Martín. Tenía un profundo respeto por la capacidad intelectual de Oesterheld a tal punto que era incapaz de hacerle daño. Los hechos posteriores contradijeron ese rumor.
Sobrevivieron a este tragedia el hijo de Diana, Fernando Araldi y el de Estela, Martin Mortola. Poco antes de morir el año pasado a los 90 años Elsa que perdió a nueve de sus seres queridos en una lucha fratricida y sin razón dejo esta otras esta reflexión “Pude sobrevivir solo gracias a mis nietos que me dieron la valentía y el coraje y quiero morir de pie y sin odio. Quiero volver a sonreír y mostrarles a los chicos, al mundo joven, que la violencia no sirve para nada. La violencia engendra violencia».
Vayan estos recuerdos como sentido homenaje a una familia excepcional con un final terrible e inesperado. Una placa en la ochava de la esquina de Ayacucho y Rivadavia frente a la estación Beccar recuerda su paso por este chalecito californiano que fue testigo de toda nuestra historia.
