Atravesados por el dolor que significa haber perdido a un amigo –del cual escribo en una nota aparte en este suplemento y también en La Nación Deportiva-, terminamos un mes que se destacó por ser bastante gris; pero la vida nos enseña que el único camino posible es ir hacia adelante, una y otra vez.
Argentina intenta ponerse en marcha en sus múltiples facetas a pesar de una economía inmersa en una curva que pareciera ir siempre hacia abajo, con números que marcan que tampoco vamos a crecer este año, porque de hecho vamos a ser un poco menos a nivel económico que el año anterior. Vamos a seguir cayendo.
Resulta curioso que siempre se pueda estar peor –en el sentido estrictamente económico, claro, que no es lo único, pero que se asocia a muchas otras aristas de nuestro día a día-. Si la economía va mal, porque somos generadores de pobreza, es decir, porque según el INDEC hay más pobres y no menos, estamos cada vez peor, incluso con un gobierno como el de Milei, que pretende arreglar todo en base a gastar menos. ¿Está bien gastar menos siendo Estado? Si al final del camino el privado gasta, invierte y consume más, como pasa en cualquier país desarrollado, con buenos niveles de salud, de educación y de infraestructura en general, está buenísimo. Hasta acá, todo está por verse.
Pero vayamos a lo que sucede en el ámbito de nuestro metro cuadrado, es decir, en los barrios que frecuentamos, donde pasamos la mayor parte del tiempo, donde vivimos: acá en la Región Norte del denominado AMBA, a la cual me gusta seguir llamando Zona Norte, este lugar que no deja de ser una pintura pequeña de lo que es la Argentina, con sus contrastes severos en pocas cuadras de distancia, sea en Pilar, Escobar, Tigre o San Isidro, por nombrar a algunos y no a todos.
Los intendentes tienen visiones distintas. Juan Andreotti, de San Fernando, sostiene esa teoría de un “estado presente” y eso se nota cuando se avanza hacia el oeste de su distrito, con plazas y polideportivos puntualmente diseñados para contener, para amalgamar a sectores de menores recursos.
En Tigre sucede algo similar, pero con el plus de estar construyendo un hospital propio justamente pegado al polideportivo central, ahí en Carupá: una obra de envergadura que Zamora encara en momentos en que el Estado Nacional aplica el torniquete más feroz jamás visto en la historia de la obra pública nacional. Si finalmente terminan el sanatorio propio, será una verdadera gesta municipal, en tiempos en que sus funcionarios repiten que el abl alcanza para eso: limpiar, levantar la basura y mantener espacios verdes y seguridad, nada más.
Buenos Aires, mientras tanto, cruje como estado provincial y sube impuestos, aumenta deliberadamente los valores de las multas en medio de una abstención jurídica alarmante y saquea con ARBA y patentes a los escuálidos contribuyentes.
En San Isidro, que también aumenta impuestos, ni siquiera hay barrenderos: se los tragó la tierra. Los vecinos limpian sus calles a mano, ante la falta de respuestas de una gestión que, a 5 meses de haber sucedido al “oxidado gobierno anterior”, según precisas palabras del joven y flamante intendente Ramón Lanús, se está acomodando. Según palabras del secretario de seguridad de SI, hay muchos menos patrulleros de los que decían antes que estaban en condiciones. Se sabe que la policía bonaerense responde al gobernador y no a los alcaldes, excepto que modifiquen la ley. Una cosa es hacer campaña y otra cosa es gestionar.
En Vicente López Soledad Martínez sigue dando forma a un gabinete propio, luego del éxodo que hubo con Jorge Macri instalado en la Ciudad. La única intendente mujer de la región avanza en darle su propia impronta al sistema de seguridad comunal: muchas cámaras, con más monitoreo y patrullas adquiridas con fondos propios. Sin grandes obras de infraestructura pendientes, su idea apunta hacia una estética urbana verde.
En Pilar ruegan por fondos provinciales para avanzar en obras que los municipios antes mencionados no necesitan en la misma medida: Escobar también intenta dar un salto de calidad en obras en medio de tanto corte de suministro nacional y provincial. Estará en los alcaldes agudizar el ingenio y la gestión en época de vacas flacas. Mientras tanto los argentinos todos, de acá y de allá, se someten al arte de la harta paciencia para soñar con un futuro que, tal vez, algún día, sea un poco mejor que el plomizo abril que acaba de terminar.
Eduardo Abella Nazar